Una cárcel es una cárcel.
Normalmente, se nota desde fuera: las torres de vigilancia, la
frontera de hormigón vertical de sus muros aislándola físicamente
del exterior. Sin embargo, la cárcel de mujeres de la Kantstraße
79, vista desde la propia Kantstraße
en Charlottenburg, no se ciñe a estos requisitos. Se pasea por
delante de ella y no se nota nada más que buen el buen gusto
arquitectónico de su fachada de finales del siglo XIX. Es como
saludar a un buen amigo enfermo de hepatitis y no reparar en su
ictericia, en el color amarillento que aflora en su piel. Es caminar
Kantstraße arriba y no percatarse de que tras la fachada de ese
edificio con el número 79 se abren patios al interior de una cárcel
que funcionó hasta bien entrados los años 80 del siglo pasado.
Ahora, el edificio está en manos privadas y se prevé para él un
futuro distinto. Talvez se convierta en un lugar (paradojas tiene la
vida) en el que haya que pagar por alojarse en él.
A esta cárcel fueron a parar las
integrantes femeninas de la Rote Kapelle (la
orquesta roja). Con
este nombre denominaban en la Oficina Central de Seguridad del Reich
a los movimientos de Resistencia de los que sospechaba que
transmitían informaciones por radio a la Unión Soviética, a través
de sus «pianistas», los encargados de telegrafiar las noticias.
En una segunda hornada pasaron por esta prisión familiares femeninas
de los cabecillas del atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944.
La cárcel de la Kantstraße suponía para todas ellas solo una estación de paso antes de partir a realizar trabajos forzados o ser ejecutadas.
Toda
cárcel encierra muchas historias particulares. La vieja cárcel de
la Kantstraße contiene además un buen pedazo de Historia, pero a
primera vista pasa desapercibida, como en un principio lo hicieron
las mujeres de la Resistencia frente a las autoridades.
Intentaré buscar más fotos, Mikel. Me has provocado curiosidad.
ResponderEliminarUn saludo,
Gracias por volver a pasarte por aquí, Pedro. La verdad es que el edificio es de una belleza fulminante. Pienso en la curvatura de las barandillas a lo largo de los corredores y es de escalofrío lo siniestra que puede ser la hermosura. Y en cómo la desesperación puede inspirar poemas dolorosos como el « In Zelle 20 (En la celda 20) » que escribió Libertas Schulze-Boysen al ser confinada tras la puerta que llevaba ese número.
ResponderEliminar