18 may 2015

Otra historia de abogados


Y tú, ¿me notarías?

La academia «Notarías» ocupa el ático de una vieja casona de oscuro zaguán visitado por ratas ávidas de migajas de pan y despojos esparcidos por el suelo. Pálidos, ojerosos, los licenciados en Derecho se aferran a la barandilla de la escalera que les regala una sinfonía crujiente de maderas antiguas y peligros de derrumbe. Ayudar no ayuda en su ascenso la expectativa del apretado programa de oposición. Tampoco el sacrificio de atravesar el aire cada vez más enrarecido y espeso de la escalera. Avanza la lúgubre procesión de jóvenes consumidos por las horas de estudio, sinuosa como un ciempiés puntual y torturado en busca del aprobado. Se respira humedad. En el último rellano les aguarda oculta una sombra informe. Sus ojos, fríos y brillantes, vigilan atentos el desfile de rostros demacrados. Esa sombra soy yo y, de tanto en tanto, decido algo más que el resultado de una simple oposición.

©Mikel Aboitiz

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