Miércoles, cerrado por estreñimiento
La casa ha
comenzado a llenarse de hormigas. Entran en formación por el balcón y avanzan
hipnotizadas por el pasillo, adentrándose en el piso, camino del horno. Manolo las
espera en la cocina. Acaricia satisfecho la cabeza de su hijo, Jaime –Jamelín–,
anticipando las alabanzas de sus clientes: “Manolo, qué mano tienes con tus
crujientes”. Ignoran que todo se debe a unos buenos tapones de cera. Porque el
crío, sentado en el orinal, con el rostro arrebolado, estruja entre los dedos
una flauta chillona y obra –un milagro–, como cada miércoles.
©Mikel Aboitiz
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