Microhomenaje a Javier Krahe y su Kryptonita
Kryptonita
A
nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes,
estirando el brazo, puño al viento, sin despeinarse. Acariciaba
recuerdos de tiempos grandiosos allí, vientre abajo, único lugar
donde la kryptonita no le hiciera mella. Ya no podía volar. Sin
villanos a los que doblegar
y, para
colmo, recién despedido del periódico, hubo de reinventarse. Se
dedicó de lleno a las viudas ricas. Les
hacía surcar los aires, gritar, jadear, alcanzar las cotas más
altas. De boca a oído remontó su fama de superhéroe. Pero él, al
entrar en un dormitorio, grotesco con su capa de antaño, solo soñaba
con dejar de ser un mero instructor de vuelo.
©Mikel
Aboitiz
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