Dientes
de leche
Ha perdido el apetito. Hace una semana que lleva el
colmillo colgando de un hilo. Todo lo mastica con el lado derecho. Con la vista
perdida por encima del desayuno, reconcentrado en la nada, tienta su diente de
leche con la lengua. Comprueba preocupado cuán presto a su fin avanza el
colmillo. Una magdalena mal mordida o una galleta mojada en la taza son trampas
hacia su inapelable destino. Un destino lácteo con diez plazos arriba y diez
abajo. Veinte balas de fogueo antes de la guerra. Y él, oteando el futuro por
encima del colacao humeante, solo desea la paz. Un empujoncito más con la punta
de la lengua le aboca a una secuencia bien conocida: la almohada, el sueño tenso
acechando a Pérez, el estafador; el euro por pieza cobrada. Un acuerdo obligado
que él rechaza. Por eso, a la impaciente espera le añadirá unas páginas de
lectura de Peter Pan y un pequeño cepo bajo la almohada.
© Mikel Aboitiz
Qué niño más seguro de sí mismo. Ese colmillo caerá, tarde o temprano, y ahí estará el ratoncito Peréz, si por esa época sigue creyendo, porque lo del cepo suena a que no mucho
ResponderEliminarUn abrazo y feliz tarde
Siempre caen los colmillos, tarde o temprano. Con o sin ratoncitos.
EliminarUn abrazo