10 ago 2018

Otra historia de abogados



Más que abogado jubilado, mi tío Enrique era un glosario viviente de términos jurídicos. Si tía Eugenia detectaba que el congelador, en lugar de estar helado, no bajaba de los cinco grados, él lo tomaba por un «incidente cautelar», a sustanciar por separado del asunto de la plancha que solo sufría una «suspensión cautelar» de funciones. Si la calefacción se disparaba en pleno verano, creando un infierno casero, el doctor en leyes Enrique Fausto Pedante murmuraba entre dientes «obligaciones sinalagmáticas» y exhortaba a mi tía a llamar al técnico, que él no era un héroe del bricolaje. Cuando tía Eugenia explotaba, harta de que en casa solo funcionara el diccionario jurídico, le lanzaba improperios inventados como «menchévago» o «comemircos», hasta que él, ofendido, huía al juzgado dispuesto a sentenciar a su mujer. Lo hacía desde un banco, dando de comer a las palomas. Luego, regresaba a casa cargado con flores.

©Mikel Aboitiz

2 comentarios:

  1. Esas jergas casi son graciosas a veces, y otras cansan.

    Muy divertido el post. Un abrazo

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    1. Mejor que oír esas jerbas es dar de comer a las palomas.
      Gracias por pasarte por aquí y comentar

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