G. Simenon (1903-1989): Maigret, Lognon y los gángsters



Maigret, Lognon y los gángsters:

Primer color (negro): la obra policíaca de Simenon pertenece a la llamada novela negra. Segundo color (amarillo): los ciclistas líderes del Tour de Francia visten el maillot amarillo.

No, no nos estamos saliendo del papel para comentar colores. Aunque no lo parezca, hablamos de papel en ambos casos. Así, las novelas de Simenon se publicaban en la Série noir, una colección de tapas negras en las que también había algo de amarillo como en el Tour, que nació como una competición patrocinada por el diario deportivo L'Auto-Vélo editado en papel amarillo para diferenciarse de su competidor, Le Vélo, impreso en páginas verdes. De ahí el color del maillot ganador. Siguiendo por estos caminos de papel llegamos hasta Maigret, Lognon y los gángsters de Simenon para detenernos a realizar un avituallamiento literario. Las posibidades de reponer fuerzas son innumerables, pero en esta etapa que hoy escribimos se recomienda este título. Es por una cuestión de velocidad por lo que esta novela, escrita en 1951, resulta sumamente saludable. Sin embargo, puede ser dificultoso lograr su traducción al español.

El comisario Maigret se enfrenta en esta ocasión a unos gángsters americanos, recién llegados a París. Para realizar su trabajo debe de recabar información de un colega suyo del F.B.I. en Wasihngton. Aquí comienza a notarse la velocidad. No la propia de la narración: Simenon es de por sí parco en el uso de la palabra, lo que no le impide mostrar muy bien los rasgos psicológicos de sus personajes manteniendo un vivo ritmo narrativo. No, la velocidad que se advierte leyendo Simenon es la que nos rodea ahora mismo, en nuestro presente. Si Maigret quiere poner una conferencia al otro lado del Atlántico o lograr fotografías, informes, no hay problema. Lo consigue con la colaboración americana. Pero los caminos en el pasado eran otros, no contaban con la tecnología actual que sirve los datos necesarios en cuestión de segundos sin tener que realizar copias de los negativos fotográficos y luego embarcarlos en el primer avión hasta París. Las operaciones policiales del comisario tampoco son tan sofisticadas como en el siglo XXI y las medidas de seguridad a la hora de usar la fuerza la policía son –utilizando un eufemismo– aproximadas. Resulta también que los auténticos profesionales del crimen vienen de ultramar, trabajan muy cuidadosamente y el comisario Maigret ha de andarse con mucho ojo, porque estos actúan siempre adelantándose a los pasos de la policía y cuentan con amigos influyentes.

En esta aventura del comisario no se echa en falta el humor y tampoco una ternura hacia algunos personajes que es suave como un perfume y se diluye en el aire conforme se pasan las páginas y se revisa el presente cotejándolo con el pasado. Como hoy en día, también había malhechores, como hoy, aún los ciclistas ruedan en el Tour. Pero entonces, en los tiempos de Maigret, policías y ciclistas tenían un arduo trabajo, todo era más primitivo. Debían recopilar informaciones laboriosamente o subir la bici al hombro, reparar pinchazos, cargar las herramientas y no mandaban rápidos faxes como la policía de ahora. No obstante, también lograban coronar altas cotas, como en la actualidad. Que Maigret trabaje en sus casos a brazo partido junto a su hígado, ocupado en metabolizar los grogs necesarios para mantenerle en pie antes de caer fuertemente acatarrado, nos mantiene dentro de lo que se espera de un buen comisario o detective al uso. Sin embargo, en las investigaciones de Maigret se respira una cierta inocencia, ajena a los duros del ramo. Una candidez que el presente ha perdido y que merece la pena ser reconstruida línea por línea. Las páginas de la novela negra de Simenón nunca amarillean, pues la necesidad de revisar el presente usando el lento pasado como referencia se mantiene vigente y permite observar la mayor velocidad con la que la vida discurre hoy. Leer este Simenon es como ver un sprint del Tour. En él, la velocidad marca la diferencia.
©Mikel Aboitiz



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