Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973).
El ruido de las cosas al caer (Alfaguara, 2011)




















Glutamato para los ojos

El glutamato monosódico potencia el sabor de las comidas. También se dice de él que produce una cierta adicción. Esta última afirmación es algo controvertida. En todo caso, el glutamato provoca ganas de comer más, igual que leer a Vásquez: te hace devorar sus líneas sin parar. En la primera página explica que se dio caza a un hipopótamo utilizando munición de gran calibre. Esta historia anecdótica con la que comienza El ruido de las cosas al caer (premio Alfaguara 2011) es un ardid del escritor. Con él logra despistar al lector para lanzar una red sobre él, de forma que antes de acabar de pasar página, el que realmente ha sido cazado tras morder el glutamato adictivo de la prosa de Vásquez es el lector. La red ya lo cubre y cuando se da cuenta no puede ni asomar un brazo por fuera de ella ni entre capítulo y capítulo. De todos modos, la captura se agradece, pues acurrucado entre las mallas, se comprende mejor lo que es sufrir la presión que el autor explica en su novela: la que ejerció la violencia sobre una generación en Colombia. Cómo se modificó la manera de entender la vida. Cómo creció el miedo transformando los gestos cotidianos de las gentes. Hay también algo que puede sorprender: la sencillez con la que muestra cómo se puede uno desviar del camino trazado por la sociedad, la familia y llegar a convertirse en otro. En el que ha cruzado la barrera de lo prohibido, pero aún nos visita y parece el mismo a pesar de estar involucrado en algo sucio. Pero, ¿qué es lo malo?¿ Dónde termina la inocencia y comienza la suciedad? ¿Se puede vivir en esa zona de tonos grises sin manchar a los demás? ¿Se puede huir de esta trampa? Para saberlo se hace necesario, al menos, haber escapado de la red tendida por Vásquez: la salida, al cabo de doscientas cincuenta y nueve páginas.

©Mikel Aboitiz 2011