Negro,
antimonárquico
Estoy
rodeado, prisionero. Han colocado antorchas sobre mi piel morena.
Constantemente asoman sus rostros pálidos al mío, como si yo
fuera un espejo. Me gritan ¡Chocolate! Luego
prenden las antorchas, ¡quieren quemarme! Apagan
las luces. Entonces oigo risitas ahogadas y entra uno para extinguir
las llamas de un soplido. Le faltan más dientes que al resto (¿será
el rey?). Dan la luz, aplauden y alguien llamado Mamá comienza
a mutilarme con un cuchillo enorme mientras cantan. Creo que
no sobreviviré, pero dentro de mí hay algo que me sugiere que el
rey y su corte tampoco lo harán.
©Mikel
Aboitiz
Sonrío, Mikel, porque me he visto leyéndolo más de una vez para saborearlo en toda su plenitud.
ResponderEliminarGenial el enfoque por el que has optado. Me parece sublime ese rey desdentado. Y qué decir de ese final que nos deja abiertas hasta las alternativas más duras.
Bravo.
Un abrazo,
Gracias por saborearlo, Pedro. Al fin y al cabo era un pastel...
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