Camping gas
Vino
el fontanero a desatascar la ducha. Inspeccionó la avería agachado,
con un destornillador gigante saliéndole del bolsillo trasero. Al
incorporarse, anunció levantando una ceja: «El desagüe está
bien». Entonces tras una pausa dramática que aprovechó para
hurgarse en la boca, bajó la ceja como una guillotina y precisó:
«El problema viene de más abajo. De las tuberías —y añadió
victorioso por haber liberado su dentadura de un trozo de carne—:
hay que picar». «Hay que picar», repetí acongojado, con la voz
estrangulada del «no somos nada» de los funerales.
Al
día siguiente, después de media hora de trabajos, el doctor
Fontanero dictaminó que mi cuarto de baño era un paciente muy
enfermo al que no daba ni unos días de vida, a no ser que
reparásemos las tuberías que pasaban por la cocina. Llamó a un
colega y quedamos en que operarían rápido mientras
yo me preguntaba dónde estaría el viejo camping gas.
Dos
días más tarde ya se podía usar la ducha, pero los conductos del
gas de la cocina parecían irremediablemente obstruidos. Era
recomendable encargar un fogón eléctrico. Entretanto, mis
habilidades culinarias con el camping gas mejoraban a
ojos vistas. Ya me atrevía a preparar osados guisos cuando surgió
el problema con los fusibles. El electricista que vino, un hombre barbado y
serio con cara de psicoanalista austríaco, me susurró en el tono
reservado a los iniciados, que los fusibles fundidos eran lo que la
fiebre a un enfermo: un síntoma externo de algo escondido en lo más
profundo de la defectuosa instalación eléctrica del edificio.
Actualmente
mi casa parece un campamento improvisado (el camping gas ayuda
mucho en este sentido) por el que pasan electricistas, obreros,
fontaneros (sí el otro baño también se averió). A mí me
consuelan los progresos culinarios que hago con el camping gas
y disfruto de mis cenas a la luz de las velas.
Pero
hoy, tras comprobar que el ascensor no funcionaba, he recibido una
notificación que, de un plumazo, resuelve todas las averías: se
trata de una orden de desahucio.
Seguro
que esta noche le saco al camping una buena paella.
©Mikel Aboitiz
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