- Yo
también -
«Preferiría
no hacerlo» me dijo entornando los párpados, apresando entre ellos
dos lagos de ámbar mientras, desafiante, dejaba su vaso para beber
del mío —el de un extraño, indeciso entre la textura de sus
labios y la profundidad de su escote— y añadir: «Pero no se
preocupe, lograré los papeles». Se levantó y abandonó el bar del
hotel con más clase que las cinco estrellas que colgaban en su
fachada. Esa misma noche me confirmó haber obtenido los documentos.
Para llegar al lugar acordado, crucé la ciudad, batida por un viento
intermitente y salobre que arrastraba lluvia sin piedad, barriendo el
empedrado de las calles. Ella esperaba impaciente bajo un amplio
paraguas negro, mordiéndose el labio inferior. En la mano sostenía
una carpeta. Al darme el sobre —en silencio— adiviné tras
aquellas gafas oscuras el almíbar estremecido de sus ojos. Luego, un
taconeo de zapatos perdiéndose calle abajo fue lo más parecido a
una despedida. Regresé al hotel
empapado y abrí el sobre. A la vista de aquellas hojas en blanco
recordé sus labios acolchados, su voz ronca, arrolladora, repitiendo
«preferiría no hacerlo» mientras yo asentía con la cabeza.
Descolgué el teléfono y dije: «Nos equivocamos con ella.
Procedan».
©Mikel Aboitiz
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