-
Definitivo -
Suspiró
profundamente y recogió dos cubiertos. Los últimos habituales
habían anulado sus reservas. No vendrían «por un tiempo». Las
oficinas cerraban; ganaban terreno las fiambreras. Por un tiempo, sí.
Espantó sin convicción un moscón y se quedó oyendo su pesado
zumbido por el comedor desierto. Junto a la registradora —desocupada
como un ataúd a la espera— había despedido al camarero. Por un
tiempo, sí. Apoyado en la cristalera boqueó agobiado mirando la
calle. Era un pez encerrado en su pecera, nadando entre mesas vacías
y deudas a manos llenas. Abrió tembloroso el cajoncito y acarició
un revólver. Iba a ser para siempre. No por un tiempo.
©Mikel Aboitiz
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