Un
comité
de recepción de tres miembros espera al paseante. En este tramo de la Grolmanstraße, en Charlottenburg, el caminar fluido es una
excepción para el curioso que no conoce la zona, pues siempre se
impone una pausa para fijar la atención en un detalle u otro. Por
eso está nuestro grupito
a la puerta de una galería de arte, atendiendo a que el despistado
no se meta en un café o guiado por los aromas de las especias de un
restaurante indio se disipe unos metros más allá dando trabajo al
estómago. Además, Savignyplatz se ve ya desde allí y el colegio al
que acudió Walter Benjamin se adivina poco más allá, aunque pase
desapercibido como un elefante inmóvil recostado y confundido junto
a una enorme pared gris. Hay mucho que ver por la zona. Nuestro comité
lo forman dos hombres y una mujer vestidos de gala con los colores de
una paleta que imita la primavera. Los tres pertenecen a la misma
familia (se observa en el color del pelo) y son gente de buena
madera.
Quisiera detenerme a departir con ellos, pero es que un poco más
adelante he visto...«Espérenme
que vuelvo más tarde»–les
miento. Y ahí se quedan ellos petrificados, aunque sean de madera; sonriendo y fingiendo no desalentarse.
©Mikel
Aboitiz
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