29 sept 2011

Relato


FUTURO IMPERFECTO. FUTURO INCIERTO

Tras una grave crisis de salud, concertó una cita con el prestigioso doctor Cifuentes en su clínica particular de las afueras para ser internado allí en un plazo de dos semanas. Sin tiempo para admirar el mobiliario de caobas ni los infinitos detalles de buen gusto decorativo, una enfermera le condujo directo al despacho. Allí le recibió el doctor, quien le explicó que su estado realmente era grave, pero que debía tener confianza, porque estaba seguro de que trabajando juntos lograrían restaurar su minada salud. Añadió, desplegando las hojas del historial, que según sus informes, su crisis de salud era aguda. Se imponía tomar medidas drásticas –variaciones estructurales en la dieta (no más azúcares superfluos, no más sal, no más carne), en sus hábitos (horarios fijos, muchas horas de sueño) y hasta le planteó un cambio en sus aficiones más íntimas. El paciente lo escuchó todo sobrecogido, asintiendo automáticamente mientras el doctor, con rostro serio, apuntalaba sus argumentos mostrando valores de los análisis de sangre que a él se le hacían ininteligibles y radiografías de lo que se suponía era su maltrecho cuerpo. Finalmente, un rayo de sol proveniente del cuidado jardín o algún mecanismo interior, le reblandeció el rostro y en tono altamente afable, con voz queda, se inclinó hacia adelante apoyando los dedos entrecruzados en la mesa que los separaba y remató confidencial: venir a nuestra casa es la mejor decisión que pudiera tomar. Le esperamos en dos semanas. Carraspeó significativamente y reiteró que, trabajando juntos, conseguirían vencer su enfermedad. El médico le tendió con decisión la mano antes de acompañarlo hasta la puerta. En una sala de espera contigua atendía su turno otro hombre con la salud carcomida a ojos vistas.

Condujo hasta casa lentamente, sopesando todo lo que debería hacer antes de ingresar en la clínica. Se sintió algo necio pues, en realidad, aún nadie le había explicado bien cómo sería el famoso tratamiento de choque que le aplicaría el doctor Cifuentes y él ya había firmado el ingreso. ¿Habría actuado correctamente? En casa de nuevo le dolió el estómago. Tragó otro comprimido al tiempo que encendía la televisión. Las persianas bajadas oscurecían la habitación. Se sentó frente a la tele dispuesto a olvidar. Un agradable olor a humedad venía desde el jardín. Puso un canal y apareció en primer plano un político con rostro solemne que conminaba al público a apoyarle en las inminentes elecciones para así poder sacar adelante el país. En catorce días comenzaría una vida nueva e incierta para él. Miró a la pantalla y con el papel de ingreso firmado en la mano, pensó en el doctor Cifuentes.

©Mikel Aboitiz
(A Iñaki, que me lee)

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