Tenía algo de ardilla, por el color de su pelo y por su pasión por los frutos secos. Hubiera dejado plantado a George Clooney por un par de pipas. El roce de la cáscara tersa de una castaña la encumbraba a estados próximos al éxtasis que ningún amante llegó nunca a hacerle alcanzar. Destripaba nueces con delicadeza de princesa para paladearlas como el mejor de los manjares. No habías de extrañarte si se te ofrecía a cambio de unos pistachos. No habías de extrañarte si a la puerta del sanatorio la enfermera preguntaba si tenías algún fruto seco que declarar.
©Mikel
Aboitiz
Hola, soy nueva por acá, me gustan tus textos, espero que te pases por mi blog alguna vez, saludos!
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Gracias, MC
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