De la microtrilogía Dictadores y vencidos
Sin quitarle la venda de los ojos le dijeron que trepara a lo alto de la plataforma y él obedeció. Luego, le ordenaron saltar. Cayó mal. Aún aturdido por el impacto, les escuchó decir entre chanzas que repitiera el numerito. Su nariz, ensangrentada, no filtraba el olor de algo caliente que le escurría piernas abajo. Cuando le arrancaron la venda, vio sus estúpidas sonrisas y supo que estas siempre le perseguirían. Había confesado todo, pero no bastaba. Entonces comprendió: le esperaba un futuro leyendo terror en cada sonrisa. Deseó eludir ese destino. Apretó los dientes y repitió el numerito.
©Mikel Aboitiz
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