De la microtrilogía Dictadores y vencidos
Consejo de Ministros
El ministro de Exteriores cedió la palabra al de Interior. El Padre de la Patria presidía silencioso tras sus gafas oscuras, luciendo sobre su anciano pecho las condecoraciones de tantos años. Acabado el último punto del orden del día, el vetusto prócer seguía sin despegar los labios. Una palabra suya decidía vidas. Pero el Padre de la Patria no hablaba. ¿Qué estaría barruntando? Todos callaban ansiosos, esperando que diera por finalizado el Consejo. Varios ministros cruzaron miradas temerosas. Nada ocurría. Por fin, el prócer, inspiró ruidosamente y tras un último y tenso silencio, comenzó a roncar.
©Mikel Aboitiz
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