In fraganti
Al observar por el ojo de la cerradura
la realidad —resumida en los pantalones de él enrollados en los
tobillos, el traqueteo de la cama y ella jadeando, clavándole las
uñas en la espalda— me superó. Aunque objetara que la pilló en
dessous, se trataba de una traición indecente tras dos años
de relaciones. Deseaba matarla. Pero me contuve, mareado por el olor
a alcanfor, y esperé a oír los ronquidos del tipo para abrir la
puerta con decisión. Salí desnudo, con las ropas de la mano, de
puntillas, dejando atrás para siempre el dormitorio de ese condenado
matrimonio.
©Mikel
Aboitiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario