Roble lacado
Se despertó cuando oyó el portazo. Le
acaban de dejar solo en casa. La nevera atiborrada de comida, el
mueble bar a su disposición. ¿Qué va a tomar el señor?, se
preguntó a sí mismo, zumbón, en voz alta ante el coñac, elevando
con el mando el volumen de la música a su antojo. Luego se
sentó a mirar una peli subida
de tono, apartó con los
pies el estúpido calendario de la mesilla y paladeó su bebida con
sabor a libertad. Se puso
aún más cómodo al quitarse la dentadura postiza e hizo zapping
a su gusto. Al mover el pie al ritmo de un anuncio, tiró el
calendario. Lo observó sobre la alfombra. El ventilador agitando sus
páginas le hacía parecer un pez boqueando con el uno de agosto
marcado en las escamas. Primero de agosto, comienzo de las
vacaciones. De golpe, recordó las maletas de la familia apiladas en
el pasillo y oyó de nuevo el portazo, resonando en su cabeza con
toda la fuerza de la madera golpeada diciendo adiós.
©Mikel
Aboitiz
Fantástica esta reescritura de la historia del abuelo abandonado en verano, Mikel. Destaca la sutileza en la construcción del personaje, o al menos del personaje que yo he visto.
ResponderEliminarUna pieza estupenda.
Abrazos,