Risas
nerviosas
Tenso
los músculos faciales en una sonrisa forzada. Fotos para la prensa.
Casi podría hasta firmar autógrafos. Con tanto trajín esto se
parece a un trabajo. Sí, claro, cómo no, ahora otra foto junto al
mostrador. ¿Es necesario que ponga cara de pena? Me ciegan los
flashes y oigo algún comentario chistoso que me hace pensar en la
risa inconveniente y floja de los entierros; la de los nervios, la
apenas contenida, inflada de alivio de cuando las desgracias pasan
silbando como balas junto a nosotros para alojarse en el vecino. Las
que oyes silbar no te matan.
Ahora poso con el carné en la mano. Me palmean la espalda. Soy el
parado registrado número seis millones. Por eso estoy en medio de
una algarabía de periodistas. El silbar de las balas les excita y
celebran estar aún vivos mientras hacen su trabajo. Yo sonrío o
pongo pucheros, según quieran. Total, ya estoy en el paro, da igual;
no oigo el silbar de las balas. A mí ya me han dado. Venga, ahora
una firmando papeleo, no se me amontonen, por favor, ¡que parece que
no han visto a un parado en su vida!
©Mikel
Aboitiz
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