2 may 2013

Otra historia de abogados



Makiabello

Dejarme sin tele era la medida de coerción favorita de mi madre. Si fallaba, la posterior comparecencia ante mi padre se resolvía cinturón en mano, por vía disciplinaria. Como reacción a tan hostil imperio de la ley hogareña, me eché un amigo invisible, Makiabello. Él me enseñó retórica. También que la delación es un arma invencible frente a los indiscretos.
Con su ayuda me convertí en el mejor abogado de mi propia causa y mi casa se transformó en un hotel de lujo: tele a todas horas. Papá no volvió a encerrarse en el baño para quitarse carmín del cuello al volver del trabajo y el cartero ya no entregaba a mamá ningún sobre en mano en el dormitorio.
Pensarán que mi amigo invisible desapareció pronto: se equivocan. Siguió vigilando para mí, observando el comportamiento de mis padres y disfrutando conmigo de Bonanza. ¡Ventajas de tener un amigo invisible!

©Mikel Aboitiz


2 comentarios:

  1. Sin los makiabellos seríamos menos que nada. Hoy incluso dejo que algunas entradas del blog me las escriba el amigo invisible. Pereza.

    Enhorabuena, aunque con retraso, por esa voz prestada en La Esfera.

    Saludos.

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    1. Bien que te dejes caer por aquí Jánter. Últimamente recibo pocas visitas (nunca han sido muchas), pero por lo menos los que pasáis por aquí, tenéis el detalle de ponerme unas letras.

      Un saludo desde un Berlín con apenas resaca pos-primero de mayo (esta vez casi no ha habido tortas, algo inhabitual en esta ciudad y esta fecha)
      Un saludo

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