24 may 2013

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Cambiazo

Por muy gemelas que fuéramos, no estaba dispuesta a compartir a Juan Alberto. —Celosilla —me regañaba él cariñoso, adivinando mis temores. Si nos le encontrábamos por la calle, sus pupilas alternaban indecisas entre ella y yo, hasta que le sacaba de dudas echándome en sus brazos. Ese era el problema: nos miraba con los mismos ojos. El vestido rojo, los zapatos de hebilla, todo me lo tomaba prestado Victoria. ¿Todo? Me calcé los zapatos de hebilla, salí a su encuentro con el vestido rojo. —¿Victoria? —dudó al verme. Yo asentí juguetona, sentando el principio de mi anunciada derrota.


©Mikel Aboitiz

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