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—El
pecado —ruge el predicador agarrándose con fuerza al púlpito—
es engañoso como la nieve. Nos atrae, pero hiela nuestros corazones
—se toca el pecho—, nos aleja del Señor —estira los brazos
marcando una distancia insalvable— y nos hunde en el infierno.
El
cura, jadeante, clava los ojos en el atril ante los atemorizados
feligreses mientras la nieve azota las vidrieras de la iglesia. La
inusitada tempestad ha congregado a todos en busca del calor de las
encendidas palabras del párroco. No cabe ni un alma más en el
recinto, donde el olor a incienso se entrevera con el de la lana
mojada.
—¡Pecadores!
—atrona el pastor ante el tembloroso rebaño—. ¡Pecadores!
—vocea fuera de sí. La vesania del iluminado asoma en sus ojos y
sus uñas hieren las tapas del Evangelio— ¡Peca...!
El
llanto de un bebé restalla como un relámpago y el cura, fulminado
por un súbito ataque, entrega su vida en esa iglesia que parece
flotar en medio de la nieve, como una lata vacía abandonada en el
océano. Una lata que contenía el miedo, la pasión y la sonrisa de
un dulce bebé recién acallado cuyo llanto ya nadie olvidará.
©Mikel Aboitiz
Al miedo solo la inocencia lo vence. Al menos eso extraigo yo del relato.
ResponderEliminarMe quedo a leer
Un saludo
JM
Me alegra que te quedes por aquí a leer. Al hojear la entrada de tu blog Sans Papiers, he recordado un micro que publiqué y apenas alguien leyó: http://lalenguasalvada.blogspot.de/2012/04/en-menos-de-101-palabras-sin-el-titulo_18.html
ResponderEliminar...y bienvenido (le he dado al "intro" antes de tiempo.
ResponderEliminarSaludos desde Berlín (tu icono es muy de aquí )