- Caer
del caballo -
«La
inquisición no tardará en llegar», me susurró Juana preocupada.
Cabalgaba a pelo, apretando los dientes. Yo me ceñía a ella
dejando que llevara las riendas. Éramos jinetes fugitivos en misión
nocturna: coronar el monte huyendo
del Santo Oficio.
¡Voto a bríos que habíamos de lograrlo! La noche velaba los
contornos pero intuíamos cercana la cumbre. Dejé escapar un grito
de júbilo anticipado. Sedientos y sudorosos, galopábamos con la
respiración desbocada, cuando a punto de alcanzar la cima, fuimos
sorprendidos:
«Mamá, papá ¿qué hacéis? ¡Tengo pis! »
©Mikel
Aboitiz
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