Publicado (bajo pseudónimo -Mikel Aboitiz-) por Salvada originalmente en el blog Esta noche te cuento (enlace), debiendo contener, en menos de 200 palabras, un verso de la conocida estrofa de Teresa de Ávila:
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Meta
física
¿Comer
hasta atiborrarse: un festín para los sentidos? ¿Vale la pena una
vida de sufrimientos sin más fin que la entrega continua a los
placeres de la carne? La respuesta es no. No. Anhelamos trascender,
salir de esta prisión de huesos, de este valle de sufrimientos por
el que sin cesar nos movemos de aquí para allá, mi fiel compañera
Enriqueta y yo. Ajenas al resto, nos atiborramos, ganamos insaciables
volumen y peso. Engordarmos deseando ver el día en que dejaremos
atrás las grasas inservibles y nos elevaremos, fuera de esta cárcel
mundana sin rejas ni ventanas. «Ven», me guía Enriqueta en busca
de más exquisiteces. Yo, la sigo torpe, pesada, arrastrándome hasta
llegar a la altura de su brazo, ávida por zampar. Entoces
comprobamos desilusionadas que no, que en esa parte no hay nada
apetitoso que engullir. «Paciencia», me consuela Enriqueta,
dirigiéndome desanimada a otro lado. «Vivir es renunciar», añade
recordándome que ganaremos el cielo: «Solo esperar la salida».
Porque las larvas de mosca respetamos los brazos incorruptos de las
santas y confiamos en que llegará el día en que tendremos alas.
¡Entonces tendrá sentido esta vida de gusanos!
©Mikel
Aboitiz
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