La luna de Galimea
Tras la Guerra Astral, recibí asilo en la cara oculta de la luna de
Galimea. Dejé el Derecho Galáctico. Abandoné la Corte Penal
Interplanetaria y dediqué mis fuerzas a estudiar la alejada forma de
vida de los habitantes del planeta Tierra. Investigué sus exóticas
costumbres, sus permanentes querellas. En fin, intenté comprender
cuál era la frontera mental que los separaba de nosotros. Pasaron
los años, acumulé informaciones de generaciones y generaciones de
terrícolas y deduje que el egoísmo y la generosidad eran dos
componentes mal repartidos en aquellos seres. Pero necesitaba saber
aún más. Buscar el detalle, las huellas físicas para mí
invisibles de esos dos polos opuestos. Finalmente, viajé a
visitarlos. Aparecí en una sala presidida por un hombre de rostro
severo. No podían verme. Tampoco oírme. Por eso no escucharon mi
grito cuando el tipo serio me golpeó con un martillo a la voz de
«Visto para sentencia».
©Mikel
Aboitiz
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