La vida pausada
La cabeza del caracol asoma de su concha como una colchoneta hinchándose a golpe de pulmón, extendiéndose lentamente, titubeante, irresoluta. Ella observa sin pestañear. En sus ojos negros brillan repeticiones minúsculas de su reptar por la hoja, un océano esmeralda surcado por un pesado buque que levanta su rastro húmedo de espumas en la mar. Imagino su alegría al contemplarlo, creo que ella disfruta esos movimientos inseguros, vacilantes, pausados. Si pudiera preguntarle cuánta poesía cabe en la espiral de un caracol, su respuesta no me decepcionaría: se lo zamparía. Así son las ranas. También ella.
©Mikel Aboitiz
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