5 feb 2017


Visitas a la abuela


«Clara, termínate las espinacas y te saco la muñeca». El armario donde la abuela encerraba la muñeca olía a alcanfor y lo llamaba Pepe. Si la madre de Clara se mordía las uñas mirando ausente por la ventana, ella se llevaba la mano al pecho y tanteaba la llave de Pepe. Desaparecía y regresaba con unos billetes para su hija. Salvo la abuela, nadie supo por qué Pepe se llama Pepe ni todo lo que a Pepe le debían. El abuelo, tampoco. Jamás lo supo. Porque los armarios sirven para esconder. Y los secretos de alcoba, mejor es no desvelarlos.

Mikel Aboitiz

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