22 abr 2018


Contra la soledad

Me desperté con La Macarena de Los del Río retumbándome aún en la cabeza. Era como si me arrearan en ella llevando el ritmo con una sartén. ¡Malditos chupitos! Amaia yacía a mi lado boca abajo en una posición imposible. Me miré culpable las palmas de las manos. Examiné morosamente una huella dactilar tras otra. Abrí el campo de visión: la lamparita volcada, el cenicero rebosante como una triste patera. Agarré de un brazo a Amaia y la acerqué hacia mí. La soledad era una mala compañía. El alcohol, en su asalto nocturno, había rebatido los argumentos de la melancolía, pero ahora el sol, asesino despiadado, me apuñalaba por entre la persiana, dejando en evidencia mi derrota. Miré a Amaia sintiéndome sucio, arrepentido. No volvería a utlizarla. Le acaricié con suavidad el cabello y, antes de ir a por una aspirina, tiré de la válvula dejando que nuestro amor se deshinchara.


©Mikel Aboitiz

2 comentarios:

  1. Muy bueno ese final inesperado.

    Un saludo

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  2. Gracias, Albada por seguirme. El texto era para un concurso en el que era obligado poner la Macarena de los del Río, sartén y huella dactilar.
    Un saludo desde Berlín

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