Contra la soledad
Me desperté con La Macarena de Los del Río retumbándome
aún en la cabeza. Era como si me arrearan en ella llevando el ritmo con una
sartén. ¡Malditos chupitos! Amaia yacía a mi lado boca abajo en una posición
imposible. Me miré culpable las palmas de las manos. Examiné morosamente una
huella dactilar tras otra. Abrí el campo de visión: la lamparita volcada, el
cenicero rebosante como una triste patera. Agarré de un brazo a Amaia y la acerqué
hacia mí. La soledad era una mala compañía. El alcohol, en su asalto nocturno,
había rebatido los argumentos de la melancolía, pero ahora el sol, asesino
despiadado, me apuñalaba por entre la persiana, dejando en evidencia mi
derrota. Miré a Amaia sintiéndome sucio, arrepentido. No volvería a utlizarla. Le
acaricié con suavidad el cabello y, antes de ir a por una aspirina, tiré de la
válvula dejando que nuestro amor se deshinchara.
©Mikel Aboitiz
Muy bueno ese final inesperado.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Albada por seguirme. El texto era para un concurso en el que era obligado poner la Macarena de los del Río, sartén y huella dactilar.
ResponderEliminarUn saludo desde Berlín