El último de la casa
Llamará para la cena en familia. Mamá, encorvada por la
edad, y yo sentado en el extremo opuesto, donde antes papá, guardaremos
silencio. Bernarda (la cofia torcida le da un aire de enfermera triste)
encenderá las velas y servirá sopa para dos. Con tanta habitación clausurada
apenas tiene trabajo. Ni siquiera limpia las arañas del salón. Mamá no probará
bocado, ¡maldita farsa!, y tras el postre Bernarda empujará la silla de ruedas llevándose
esa especie de maniquí roto de madre y se despidirá por ella. Luego me subirá
las pastillas y de nuevo asegurará con gesto tranquilo que no estoy solo. Alguien
debería decirle que no hace bien su trabajo.
©Mikel Aboitiz
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