En los jardines del Palacio de Charlottenburg alguien se ha encaramado a lo alto de este
atlético hombre del pasado para recordarnos lo presente, la epidemia del baile
de máscaras de la vida moderna; la coquetería que cabe en una pulsera atada a
la muñeca o en el ademán de desembozarse de este metálico varón. Su pose atrae
a los paseantes, que hacen una pausa en el camino para inmortalizar por enésima
vez al modelo de la figura, que quedará perpetuado (siempre que los píxeles o
el papel aguanten) más allá de la labor del escultor.
Al cabo del
tiempo, a la estatua se le caerá la máscara y, quién sabe, tal vez esta esconda una sonrisa,
un gesto divertido frente a la fugacidad de los problemas humanos.
©Mikel Aboitiz
Igual esconde la mejor sonrisa, por qué no. No he visitado Berlin, pero caerá :-)
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día
Seguro que sí.
EliminarBerlín en mayo es especialmente bonito. Ha de caer, sí.
Un abrazo