«¡Que te den morcilla!»
Esta
sonora expresión es prima hermana de otras que están cayendo en
desuso como el higiénico ¡vete a hacer gárgaras! o el
también culinario ¡vete a freír espárragos! Su
origen, a pesar de no parecerlo, es canino. Esto no debe de llevar a
error, no: la morcilla, de cerdo. Lo del perro viene luego. Sin
entrar en qué ingredientes componen la morcilla clásica, o sea,
pasando de un tranco por disputas vanas sobre si con o sin cebolla,
que de León o de Burgos, el asunto es que un perro puede ser el
mejor amigo del hombre. Pero también su peor enemigo, especialmente
cuando tiene la rabia o cuando se pone enconadamente molesto. Cuando
aún no había empleados municipales encargados de capturar a los
perros sin dueño, la forma habitual de deshacerse de estos animales
era dándoles de comer una morcilla envenenada. De modo que ¡que
te den morcilla! rebaja la
condición humana a la canina (algunos ni esta se merecen) e implica
unos muy sinceros deseos hacia quien va dirigida. Llegados a este
punto, convendrán conmigo en que es estéril discutir si con o sin
cebolla.
©Mikel
Aboitiz
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