Lanza un puñetazo y lo esquivo asustado. Al girarme veo que, con el impulso, el viejo se ha caído al suelo. Es el momento de huir corriendo o... patearle. Siento un escalofrío que me traspasa y escapa por el túnel del metro, vacío a estas horas de la madrugada. Un neón estropeado rompe la realidad con su parpadeo. Estamos solos y él, a cuatro patas, forcejea con sus huesos para levantarse y arremeter de nuevo contra mí. Sería autodefensa. Él comenzó a increparme. Seguro que está borracho. Recordaré por siempre esta escena: me veré salir huyendo. Pero antes pienso defenderme.
©Mikel
Aboitiz
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