Obstáculos
La anciana se me acercó mostrando una sonrisa de labios profundamente combados, desdentada, opuesta a sus ojos serios, amenazantes, clavados en mí. Extendía la mano pidiendo limosna y era como si blandiera un cuchillo junto a mis costillas. Reculé. No llevaba cambio. Notaba su boca endiablada pegada a mi rostro, mientras sus ojos, dos carbones ardientes, me enfilaban tras una maraña de pelo escaso y sucio. Continúa
©Mikel Aboitiz
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