La joven semidesnuda, acorralada entre la marquesina del bus y el borracho, no mueve un músculo. La débil luz de la parada apenas penetra en la oscuridad lluviosa de la noche. Frente a la muchacha indefensa, el hombre se ha soltado el cinturón. Sobre sus zapatos rojos de punta caen los pantalones del tipo, pesados como un telón. Fin de función. Se acabó el teatro. Con él no se juega. ¡Furcia!, grita aproximándose excitado, pero una voz le detiene: ¡Documentación! Se acerca un policía y él, lentamente, gira sobre sus zapatos rojos hasta quedar de espaldas al anuncio de lencería.
©Mikel Aboitiz
Original relato, sobre todo el final, lo he votado en Farsalia.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por tu blog.Muy bien constituido.
Muchas gracias por leerme aquí y allá
Eliminar