La Bola
Pronto tendrían que pedir otra vez una ambulancia. Aunque mejor sería una escalera de bomberos para sacarla por el balcón. ¿Soportarían tanto peso los camilleros? Su obesidad mórbida se había agravado: la Bola ocupaba la cama —imposible saber si tendida o sentada— combando el mueble peligrosamente. A su alrededor varias bomboneras sucumbían vacías, destripadas tras desigual batalla con la enferma. El médico miró reprobatorio hacia la cuidadora. La joven bajó los ojos. Entonces, la Bola soltó una estruendosa ventosidad. Aquello fue el Apocalipsis. Mientras los camilleros la cargaban escalera abajo, la Bola aún seguía carcajeándose.
©Mikel Aboitiz
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