De tú a tú
Arqueó una ceja y bastó para que el
hombre al otro lado de la ventanilla presentara los duplicados
correspondientes, debidamente fotocopiados y compulsados. La fugaz
sonrisa de satisfacción del funcionario, alivió al solicitante.
Este comenzó a tamborilear nervioso con los dedos sobre el
mostrador, hasta que el otro levantó la vista severo por encima de
sus gafas, helándolos con su mirada, dejándolos ridículamente
congelados en el aire. Un soplo bastaría para deshacerlos en pedazos
sobre el formulario E342. Las miradas
de ambos confluyeron en aquellos dedos estúpidamente inmóviles.
Volvió el funcionario a examinar los papeles y algo le disgustó,
porque cabeceaba. Entonces, el solicitante, descubrió aquella
verruga inmisericorde, reinando en la barbilla del empleado público.
Este la tapó mecánicamente con una mano, asumiendo ante las
compulsas un gesto de duda ya más moderado. Un leve roce en su
mentón y la verruga caería sobre los documentos debidamente
fotocopiados y compulsados. El empate se deshizo con un sonoro
tamponazo y el correr de la vez. Fin del trámite.
©Mikel Aboitiz
No esperaba ese final. Me ha sorprendido.
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