La primera vez
La primera vez fue inolvidable como un
flechazo. Sus ojos, su mirada nocturna en un pasillo del metro. Ella
acechaba nerviosa por si aparecía alguien. Fue algo rápido. Un
intercambio veloz. Al principio él pensó que se trataba de una
broma, que esa chica guapa de melena ondulada y tenis
sucios no tendría redaños. Pero bien que los tuvo. Él se
sintió estúpido y jadeante en cuanto la perdió de vista. Poco
después comprobó que en aquella ciudad no solo abundaban las
esquinas oscuras y los vanos profundos de puertas olvidadas, sino que
había más mujeres que las sabían aprovechar.
La segunda vez fue con luna nueva. Ella
era grande, caballuna y él no dudó de su decisión, para qué
resistirse. El encuentro fue fugaz como un trámite. Casi sin cruzar
palabras. En aquella maldita ciudad aprendió a hacer sin rechistar
lo que las mujeres le pedían. Pero sobre todo jamás olvidaría los
ojos húmedos y azules de la primera vez, cuando entregó el
billetero a cambio de no albergar en su tripas veinte centímetros
de acero.
©Mikel
Aboitiz
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