Conócete a ti
mismo
Empecé a coleccionar cromos a los
cinco años; luego fueron sellos. A los doce, una pasión desaforada
por la numismática brotó en mí con gran fuerza. A los trece reunía
chapitas que se prendían de las solapas con mensajes alegres,
estúpidos o publicitarios. Setecientos veintiséis pines después, me
pasé a las muchachas; amigas, novias, novietas. Alguna prima.
Digamos que casi llegué a ser un Tenorio. Bastante después, me
decidí por una. La había dejado embarazada y nos casamos. Mantener
una familia no era tarea fácil, de modo que tuve varios trabajos.
Ejercí de limpiacristales, cartero, soldador y camionero. Al volante
de ocho toneladas de carga tuve un
accidente. El seguro me indemnizó generosamente, pero sufrí
múltiples operaciones. Pasé por clínicas, policlínicas,
hospitales y sanatorios. Sin embargo, la recuperación exigió aún
diversas estancias en centros de rehabilitación ortopédica,
neurológica y psíquica.
Ahora que tengo mucho tiempo he vuelto
a cultivar una antigua pasión, la filatelia. Va con mi carácter: me
paso horas ocupado con el dentado de los sellos, elaborando listas,
clasificando. En fin, una tarea sosegada y algo monótona para
alguien que, como yo, huye de los cambios.
©Mikel
Aboitiz
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