17 jul 2012

El banquero anarquista de Pessoa


El banquero anarquista

Fernando Pessoa (1888-1935)



El tiempo, que fluye con paso caprichoso, unas veces rápido y otras lento, tiene un discurrir objetivo marcado por los calendarios y otro subjetivo, al ritmo de ese músculo que casi todos llevamos en el pecho. Es por eso que al leer El Banquero anarquista de Pessoa, publicado en 1922, hace ahora justo 90 años, lo sentimos tan vigente como un latido actual.

Bien es cierto que el anarquismo ha perdido peso, ha adelgazado con los azares de la Historia. Sin embargo, los banqueros y su ética arden ahora (temporalmente) al fuego lento del infierno de la crisis. ¿Quién mueve los hilos de esta sociedad? ¿Es oportuno combatir contra la burguesía o esperar a una revolución? Pessoa deja hablar largo y tendido a un banquero, de manera tan aparentemente lógica y clara, que el libro se devora de un tirón. En él, un hombre de negocios sin escrúpulos explica a un sorprendido amigo sus convicciones anarquistas. Y lo hace con método, permitiéndose ir resumiendo de tanto en tanto sus teorías para que su contertulio no pierda el hilo del discurso. Este banquero anarquista es un hábil maestro de la falacia que se permite justificar canallamente su comportamiento egoísta —ayudar al prójimo, entiende, es robarle libertad — mientras te echa el humo de su tabaco a la cara. Si no fuera porque ya no necesita más dinero, te quitaría la cartera según le escuchas perorar y culparía a las «ficciones sociales» del robo, alegando que estas son las responsables de los males y no los hombres que las encarnan.

El banquero anarquista, o mejor el sofista banquero, está cortado a la medida del self-made-man, que Julio Camba (¡un auténtico anarquista juvenil!) describiera pocos años antes en 1917 como un hombre sin padre ni madre, añadiendo:

«El self-made-man nos cuenta siempre su historia, y lo peor es que lo hace con un fin educativo. Tiene la manía de presentarse ante los demás como una lección experimental sobre la manera de hacerse hombre, esto es, de hacerse hombre acaudalado» (Un año en el otro mundo, Julio Camba pg.93-94. Ed. Rey Lear)

Pessoa esconde trampas en los caminos que sigue el discurso de su banquero. Traza atajos, construye falacias por cuyas veredas da gusto perderse para disfrutar de un sano senderismo mental. Un par de descripciones de los gestos del banquero al hablar entreveradas en sus argumentos, redondean la caracterización de este fumador pausado, de conciencia tranquila o, en todo caso, de gran inteligencia y escasa modestia.

Después de terminar el banquero anarquista y abrir un diario cualquiera, aún resuenan en el aire ecos de Pessoa. Son murmullos de desasosiego que se confunden con el ruido de pasar las páginas, anegadas de noticias económicas. Una sensación extraña y envolvente gana terreno al lector, temerariamente asomado al balcón de los titulares. Este puede sentir como si alguien, desde dentro del periódico, le echara descaradamente a la cara el humo de un puro gigante. Un humo espeso y blanco que oculta quién hay tras él y huele. Apesta.



©Mikel Aboitiz


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