El sucesor
Biombos escondiendo más camas a lo
largo de una sala, cables, sondas, sueros, monitores, más aparatos y
él en el centro de aquella maquinaria. De pensar en ello se le
aceleraba el corazón. Entonces sonaba un pitido y corría hacia su
cama la enfermera. Sentía que de dejarse ir, toda aquella orquesta
de instrumentos técnicos se desmoronaría: el fracaso de la ciencia,
sábanas nuevas, unas llamadas por teléfono y, poco después, otro
director estaría al frente de esa misma orquesta de electrodos y
monitores con su sinfonía de suaves pitidos nocturnos. A las cinco
de la mañana cedió la batuta.
©Mikel
Aboitiz
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