Formas de ver la vida
El peluquero calvo se asoma al espejo
por encima de su cliente —un ciego— y colocando los dedos en sus
sienes controla las patillas antes de dar por acabado el corte con
una sonrisa. Es el turno del señor orondo y desconfiado que espera
sujetando un puro apagado entre los labios. «Hay
que tener una verdadera urgencia o ser ciego para dejarse cortar el
pelo por un calvo»,
piensa, mientras se saca malhumorado el habano de la boca. Desde la
puerta, el ciego se despide alegre del peluquero con doble sorna:
«¡En un mes nos vemos el pelo!».
©Mikel
Aboitiz
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