Terror
en la sala
En
ocasiones la realidad se estrella contra un sinfín de coincidencias.
Se me viene a la memoria el ejemplo de aquella vista oral. Mi
defendido, un alemán de Colonia, empeñado en ser tratado de doctor
(ningún problema de no haberse apellidado Frankenstein); el fiscal,
Velloso, peludo como un hombre lobo, mostraba sus colmillos al atacar
a mi cliente; el propio jurado (sí, otro capricho de la realidad),
lo componían sujetos esperpénticos, recién salidos de una cámara
de los horrores. Y yo, nervioso como un político ante un importante
referéndum, opté por lo más efectivo: contraatacar tirándome a la
yugular del fiscal como un vulgar Drácula. La elocuencia me tenía
poseído. Tanto era mi ímpetu que el juez, a costa de grandes
energías, me llamó al orden con la autoridad de un exorcista. Y es
que lo cotidiano puede ser la manifestación de los sueños más
terroríficos.
©Mikel Aboitiz
Me gusta, Mikel, por lo que tiene de absurdo y lo bien hilvanado que está.
ResponderEliminarUn abrazo.