La
vida pausada
La cabeza del caracol asoma de su concha como una colchoneta hinchándose a
golpe de pulmón, extendiéndose lentamente, titubeante, irresoluta. Ella observa
sin pestañear. En sus ojos negros brillan repeticiones minúsculas de su reptar
por la hoja, un océano esmeralda surcado por un pesado buque que levanta su rastro
húmedo de espumas en la mar. Imagino su alegría al contemplarlo, creo que ella
disfruta esos movimientos inseguros, vacilantes, pausados. Si pudiera
preguntarle cuánta poesía cabe en la espiral de un caracol, su respuesta no me
decepcionaría: se lo zamparía. Así son las
ranas. También ella.
©Mikel Aboitiz
Chulísimo. Excelentemente escrito y final redondo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Mikel.
Gracias, Jes, me alegro de que sigas pasándote por aquí. Un saludo
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