- Las amistades de Mary -
Una camisa con un desgarrón así no
la hubiera remendado nadie, pero el que le cosió la cara a ese tal Harry debió
de ser un médico con alma de sastre. «Soy Harry. Ni me has visto ni jamás
volverás a verme», fue su saludo en la cuneta de una carretera olvidada. Le
entregué el sobre con dos fotos de mi esposa y el dinero. Su voz aguardentosa
me sosegó tanto como si el diablo me diera las buenas noches: «Todo irá bien».
Abrió la puerta de mi coche y se quedó esperando a que me alejara,
convirtiéndose en una figurita menguante en el retrovisor.
Una semana después, la Guardia Civil
dio conmigo en Texas para informarme del accidente de Laura. Regresé para
arreglar el entierro y lo del pastón del seguro de vida.
Sé que soy un malnacido y, aun así,
Mary —ansiosa por verme de vuelta— me tiene en un pedestal de oro. Pasado un
tiempo prudencial, nos casaremos. Ese fue nuestro trato. Al teléfono, me cita
la biblia para tranquilizarme: «Love
covers over a multitude of sins». Desconozco su religión, pero temo toparme
un día con Harry, el más fiel de sus apóstoles.
©Mikel Aboitiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario