Con el monopatín al hombro busca las seis huellas
borradas de los paseos por la orilla con la madre y la hija. El olor a salitre
se mezcla con el de lluvia. Apoyado en el rompeolas del recuerdo, el verano le
sabe a helado de limón, con regusto a frustración por no haber tomado la
iniciativa. Por temor al ridículo. Porque ella, carabina obstinada, no sacaba
las cuentas. Así le iba con las mates suspensas. Ignoraba que tres menos uno
son dos, la cifra perfecta, el dúo imposible. Y por preparar septiembre, apenas
pudieron quedarse. Esa canija estúpida. ¡Ojalá repita!
©Mikel Aboitiz
Este relato ha alcanzado la final semanal de Wonderland de Ràdio 4.
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