17 jun 2018

En menos de 101 palabras


Adiós, no. Hasta luego

Volvíamos conduciendo de enterrar al tío Justo. Íbamos rápidos para tanta niebla y derrapé en una curva. Dimos varias vueltas de campana ladera abajo.
  —¿Estás bien?
  —Mejor que tú —respondió Laura al verme escupir sangre—. ¡Manda narices! Casi nos matamos volviendo de un entierro.
Permanecimos un rato abrazados entre hierros. Al salir fuera sentimos frío. En la vida habíamos visto tanta niebla.
  —Lo importante es seguir vivos —dijo Laura mirando de reojo el coche hecho un acordeón.
  —Alguien vendrá a auxiliarnos —añadí confiado.
Y tuve razón: entre la bruma apareció él. El bueno de Justo, siempre dispuesto a ayudar.


©Mikel Aboitiz


2 comentarios:

  1. Ese alma en pena, siendo ángel de la guarda. Un texto enorme.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias por pasarte por aquí, en visita de domingo

    ResponderEliminar