Enlace al texto leído por la voz silenciosa: Para escuchar en ivoox
©Mikel Aboitiz
La primera vez
La primera
vez fue inolvidable como un flechazo. Sus ojos, su mirada nocturna en
un pasillo del metro. Ella acechaba nerviosa por si aparecía
alguien. Fue algo rápido. Un intercambio veloz. Al principio él
pensó que se trataba de una broma, que esa chica guapa de melena
ondulada y tenis sucios no tendría redaños. Pero bien que los tuvo.
Él se sintió estúpido y jadeante en cuanto la perdió de vista.
Poco después comprobó que en aquella ciudad no solo abundaban las
esquinas oscuras y los vanos profundos de puertas olvidadas, sino que
había más mujeres que las sabían aprovechar.
La segunda
vez fue con luna nueva. Ella era grande, caballuna y él no dudó de
su decisión, para qué resistirse. El encuentro fue fugaz como un
trámite. Casi sin cruzar palabras. En aquella maldita ciudad
aprendió a hacer sin rechistar lo que las mujeres le pedían. Pero
sobre todo jamás olvidaría los ojos húmedos y azules de la primera
vez, cuando entregó el billetero a cambio de no albergar en su
tripas veinte centímetros de acero.
Los caminos de los romances, tan raros. Ese acero que esquivó entregando el billetero, parece una excusa para no buscar más en esa maldita ciudad, a mujer alguna
ResponderEliminarUn abrazo
El que busca, no encuentra. El azar decide.
EliminarUn abrazo desde Berlín