Matarnos
No moriré del todo en este hospital y tú aún lo ignorarás cuando estés al pie de mi tumba, recibiendo condolencias, sintiéndote víctima porque los demás no saben, aunque algunos intuyan. Volveré para decirte que aquello no fue un accidente. Despertarás en medio de la noche al notar mi calor en las sábanas y el vaho de mi aliento en tu rostro te hará recordar. A través de ti, tendré más vida en la muerte que en la propia vida. Sentirás el escalofrío del recuerdo, la impotencia de no poder dormir o el pánico de hacerlo, pues temerás mi visita. Reconstruirás el accidente a tu antojo, pero no podrás engañarte: la memoria es terca y no se borra como un hematoma bajo la falda. Te acompañaré como una sombra y ya no me preguntarás dónde he estado ni me levantarás la mano. Seré la musiquilla que se pega al oído, un canturreo constante, molesto como una insinuación, insoportable como los celos, turbadora como una duda. Querrás cambiar el pasado y verás que es imposible, igual que dejar de acordarte. Y es por eso que tendrás que acabar contigo para deshacerte de mí. Suerte en el intento, cobarde.
©Mikel Aboitiz
He imaginado a una mujer vengándose de un asesinato, y me perece un texto fabuloso.
ResponderEliminarUn abrazo
Mis más sinceras gracias, Albada
Eliminar