Este
camión avanza a toda velocidad en dirección a la Wilmersdorfer
Straße
recorriendo la Goethestraße,
una calle con una
parte tranquila, de adoquinado ruidoso y tráfico escaso. Aquí, la
Goethestraße se toma un respiro llenándose de pequeños comercios
bien cuidados, antes de prestar sus aceras al aparcamiento de los
grandes almacenes Karstadt
o a una gran librería con cómodos asientos y enormes lagunas. Estas
lagunas no son aptas para el baño (al camión todo esto le da igual)
pues sus aguas son de falta de autores y de ausencia de títulos indispensables.
El camión mira desde la acera opuesta a esta librería, retando las
leyes de la física, pues circula recto y, al tiemo, parece dar una
curva loca, como si fuera un personaje salido de unos dibujos
animados. Gira el morro mostrando el frente de la cabina al pasante
para hacerse ver o, tal vez, realmente no luche contra las leyes de
la inercia al trazar su curva imposible sino que, simplemente, quiere
dar la vuelta y aparcar junto a la terraza del Lisboa
a
ver si su chófer se toma un café y, de paso, se le pega algo del
sol peninsular que a menudo brilla allí por las mañanitas.
©Mikel
Aboitiz
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